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17 El Dios a quien servimos puede salvarnos de su castigo[a] y del horno de fuego. 18 Es más, aunque él no lo hiciera, su majestad debe saber que no adoraremos a sus dioses ni nos arrodillaremos frente a la estatua de oro que ha construido.

19 Entonces Nabucodonosor se enfureció mucho con ellos, se le desencajó el rostro por la ira y ordenó calentar el horno siete veces más de lo acostumbrado.

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Footnotes

  1. 3:17 El Dios […] su castigo o ¡Nuestro Dios, a quien servimos, en realidad existe!